por Jennifer Ludders
Miriam, una niña de 17 años, llegó a la sección de oncología pediátrica el mismo día que yo, proyectando una media-sonrisa mientras intentaba esconder su dolor. Su madre, que estaba a su lado, ni si quiera intentaba disimular las preocupaciones que le pesaban tanto en la cara y en los hombros. Deborah se les presentó como una practicante de EFT que había estado trabajando en el hospital durante casi 5 años, ayudando a niños y sus familiares con los aspectos emocionales de la enfermedad. Ella explicó que hacer ‘Tapping’ tiene efectos increíbles sobre nuestro estado de salud y bien-estar, y dijo que estaría dispuesta a trabajar con las dos y enseñarlas las herramientas que necesitaban para sentirse mejor. Se fue donde estaba Miriam y comenzó a hacer ‘Tapping’ con ella sobre lo difícil que era estar en el hospital, sobre cómo extrañaba a sus amigos y a su familia y otros temas más. Incluso trabajó con la frase: “Aunque estoy llevando puesta ésta máscara y finjo estar bien…”. Para el fin de la sesión de ‘Tapping’ ésta expresión en su rostro se había transformado en una sonrisa tentativa, pero genuina.
Al día siguiente Deborah le trajo a Miriam un TappyBear, que ella abrazó en seguida y que luego ya nunca más salió de sus brazos. Yo tuve más oportunidades para hablar con Miriam y conocerla. Era de un pueblo pequeño a varias horas de distancia en bus de Oaxaca – demasiado lejos para que sus amigos le vinieran a ver-. Sin embargo, había hablado con sus dos mejoras amigas, Sofía y Caro, por teléfono antes de que yo llegara. Parecía estar acostumbrándose, aunque todavía estaba muy triste por estar en el hospital tan lejos de su familia y sus amigos. Le pregunté si quería hacer ‘Tapping’ sobre aquella sensación de tristeza y me indicó que sí con su cabeza. Entonces tapeamos sobre la tristeza azul en su pecho y se permitió llorar. Yo le animé, diciéndole que era bueno llorar y sentir sus emociones para que las pueda soltar.
A principios de la próxima semana, Miriam estaba de buen ánimo. Su madre le había hecho trenzas e incluso tenía puesto un toque de labial rosado que le iluminaba su radiante sonrisa. Ella dijo que se sentía bien así que empecé a ilusionarme y a tener la esperanza de que iba a tener una plena recuperación y poder volver a casa pronto. Sin embargo, para mi sorpresa, al día siguiente encontré que Miriam tenía fiebre. Estaba acurrucada de un lado en posición fetal, con su madre de pié a su lado abrazándola y llorando. Todas sus sábanas estaban empapadas de sudor. Deborah dijo que era relativamente común que los niños tengan fiebres mientras se someten a los tratamientos – generalmente sus cuerpos están simplemente intentando quitarse los efectos tóxicos de la quimioterapia. Lo más probable es que iba a estar bien.
Al día siguiente, cuando Deborah y yo entramos en la sala Miriam ya no estaba en su cama. Mi corazón se desplomó. “¿Dónde está?” le preguntamos a la enfermera. Ella contestó de un tono de voz muy práctico y sin emoción, sin siquiera levantar cabeza de la tabla que estaba mirando, “Se murió”. Yo estaba soqueada. ¿Cómo podía haber pasado esto? ¡Si la niña parecía estar preparada para una recuperación rápida!
Los otros dos niños que compartían la habitación con Miriam estaban durmiendo cuando pasó todo, así que no sabían nada. Sin embargo, sus madres sí que lo sabían y estaban evidentemente conmocionadas, dándose bien cuenta de que la misma cosa podría pasar igual de fácilmente con su pequeño. Deborah les llevó a otra sala e hizo ‘Tapping’ con ellas un momento. Tapeó para enfrentar el hecho de que, aunque esto le había pasado a Miriam, no significaba que también les fuera a pasar a sus hijos. Cada niño es diferente y tiene su propio viaje de sanación. Pero también era natural sentirse tristes y tener miedo. Yo pude dejar caer una lágrimas para Miriam durante aquella sesión de ‘Tapping’, lo cual creo que indirectamente les dió ‘permiso’ también a las otras madres para sentir su tristeza.
La muerte de Miriam me hizo llegar a la dura realidad de trabajar con niños con cáncer – muchos no sobreviven al tratamiento. Por qué algunos elijen quedarse mientras otros como Miriam elijen dejar sus cuerpos, se queda como un misterio. No obstante, una cosa está segura: que la imagen de Miriam con su trenza y su sonrisa rosada abrazando a TappyBear se quedará para siempre grabada en mi corazón.