2 de septiembre de 2009

Jonathan era un jovencito de 15 años cuando le conocí en el hospital. A penas hablaba con nadie. Estaba enfadado, frustrado y disgustado con el mundo por lo que se aisló en su propio mundo de la miseria, el dolor y el sufrimiento de la leucemia.

Ofrezco de manera voluntaria mis conocimientos de EFT o el Osito Tappy en una unidad de cáncer de niños. Aunque Jonathan apenas me hablaba, me acercaba a él, le hablaba y hacía EFT en mí misma para él mientras él me observaba y en raras ocasiones participaba. Una de sus hermanas y yo hacíamos tapping para Jonathan. Me dijo que el padre de Jonathan había muerto cuando tenía 8 años. Básicamente estaba en casa solo porque su madre tenía que salir de casa para trabajar y cuidar de sus 8 hijos.

Un viernes en concreto Jonathan se encontraba muy mal. Tuve una conversación mental con Jonathan en la que dije que entendía porqué estaba tan enfadado con su madre por no estar presente, con su padre por haberse muerto y dejarle solo y que tenía buenas razones por estar enfadado con el mundo. Comprendía su enojo con su madre por no amarle porque ella también era como una niña que no podía apoyarle. Tenía razones de sobra por estar enfadado con el mundo. Le dije que tenía dos opciones: Quedarse y sanar con amor en el corazón, o marcharse y estar con el Espíritu. Le dije que ambas opciones eran aceptables. De él dependía. Me marché del hospital con la sensación de que no seguiría con vida la próxima vez que visitara. Llegué el lunes y para mi gran sorpresa le vi con mucho mejor aspecto y con más familiares acompañándole que jamás había visto.

A lo largo de los meses siguientes, Jonathan se convirtió en un joven diferente. Uno que sonreía, hablaba y que estaba abierto. Hizo EFT conmigo cada vez que visitaba. También utilizaba el Osito Tappy cuando no le veía nadie. Hice tapping con sus hermanas y su madre y con él sobre su sanación, sus penas y heridas y los de cada uno de ellos. Vi que lo que Jonathan ansiaba más que nada en el mundo era sentirse amado. Al hacer EFT liberó muchos de los obstáculos que le impedían recibir amor.

Jonathan parecía realmente feliz y contento al marcharse del hospital la última vez que le vi. Sus ojos tenían una mirada de paz. Justo antes de marcharse le dijo a una de las otras madres que se sentía bien, en paz y que estaba bien pero que sabía que su cuerpo no se recuperaría. Incluso cuando le conocí por primera vez, estaba recibiendo tratamiento paliativo pues su cuerpo hacía meses que ya no respondía a ningún tratamiento. Aunque Jonathan falleció unos pocos meses después, consiguió algo importante, grande e increíble: falleció sintiéndose en paz en lugar de estar enfadado con el mundo; creó una sanación en su propio interior y con su familia, una que le permitió sentir el amor de ellos – lo que más ansiaba en la vida. Ese regalo perdurará durante mucho tiempo.

Bendito seas, Jonathan, por ser un alma tan maravillosa. Te doy las gracias por enseñarme que aunque no siempre conseguiré ayudar a niños a sanarse del cáncer, puede surgir algo más grande – la sanación del corazón y el alma.

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